Habían solventado ya China y Filipinas su enquistado pleito del Sierra Madre, el desvencijado barco varado en un arenal, cuando sus guardacostas se buscaron hasta encontrarse en un atolón vecino. La segunda colisión en meses revela que las tensiones marítimas sobrevuelan los acuerdos puntuales y los compromisos de enmienda.
Ocurrió a las 3:24 horas de la madrugada (hora local) del lunes, en las proximidades del Atolón Sabina, situado en las islas Spratly, reclamadas por China, Filipinas, Taiwán y Vietnam. Al encontronazo en las aguas le siguió, como es norma, el diplomático. La versión pequinesa habla de dos barcos guardacostas filipinos que entran en sus aguas, ignoran sus tozudas advertencias y embisten sus naves. “Son enteramente responsables de la colisión”, ha sentado hoy el portavoz del Ministerio del Interior en su rueda de prensa diaria. “Exigimos a la parte filipina que inmediatamente detenga las infracciones y provocaciones o tendrá que soportar las consecuencias”, ha seguido.
La versión filipina habla de “maniobras ilegales y agresivas” de barcos chinos cuando los propios se dirigían a los islotes que controla su Marina. Esas maniobras causaron “daños estructurales” en las dos naves de su Guardia Costera, ha lamentado Manila. El BRP Cape Engaño muestra un agujero de 13 centímetros en su casco, según el capitán de navío Jay Tarriela. “Son los mayores daños estructurales sufridos tras una peligrosa maniobra de los barcos chinos”, ha rematado.
Son ya litúrgicas las reconstrucciones esquizofrénicas de los hechos. En la penúltima ocasión, la grabación de periodistas occidentales a bordo del barco filipino desnudó la versión china. En esta, las imágenes filtradas por la Guardia Costera china insinúan giros bruscos y amenazadores hacia sus colegas filipinos. Es humanamente comprensible que los filipinos, cansados de poner las mejillas, suelten alguna bofetada. Manila ha lamentado ataques con láseres y cañones de agua e incluso el abordaje con machetes de una de sus barcazas.
El accidente rompe la calma en las aguas tras el acuerdo alcanzado semanas atrás sobre el Sierra Madre. El abastecimiento de víveres y medicinas a las decenas de sufridos marineros filipinos que lo habitan para evitar que China tome el atolón había generado enfrentamientos cada vez más cruentos que amenazaban con salirse de control. La semana pasada, por primera vez en meses, los guardacostas filipinos visitaron a sus compatriotas sin intromisiones chinas. Los expertos no apuestan por una vigencia duradera del acuerdo. Ya en las horas posteriores llegaron las discrepancias. Ni siquiera lo definieron de la misma forma. Según Manila, era un entendimiento. Según Pekín, un acuerdo temporal. Decía Manila que ese entendimiento o acuerdo no le impide perseverar en sus reclamaciones territoriales y advertía Pekín de que permitirá esas misiones por cuestiones humanitarias. No permitirá que envíen materiales de construcción que puedan alargar indefinidamente la estancia de los marineros porque, recuerda, aún quiere que Manila se lleve de ahí el barco. Si Filipinas debe o no avisar a China antes de las misiones también es un asunto debatido.
Sofocados temporalmente los incendios del Sierra Madre, es el Atolón Sabina el punto más caliente ahora del Mar de China o del Mar del Oeste de Filipinas. Pekín reclama la soberanía de las islas Spratly (Nansha, en mandarín) y, en consecuencia, del Atolón Sabina (Xianbin, en mandarín), unos 140 kilómetros a la izquierda de la provincia filipina de Palawan. El detonante fue el descubrimiento de corales despedazados en el lecho marino. Filipinas sospechó que China pretendía levantar una estructura en él e incrementó sus patrullas. China hizo lo mismo.
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Algunas voces desde Filipinas sugieren que la mayor frecuencia y fuerza de los encontronazos con China motivan ya la entrada de EEUU en el conflicto. Manila y Washington, viejos aliados en la zona, tienen un acuerdo de defensa mutua en caso de ataque. Las turbulencias entre China y Filipinas surgieron tras la llegada al poder de Ferdinand Marcos Junior, hijo del brutal sátrapa, quien jubiló el viejo equilibrio entre las dos superpotencias y se echó en abrazos de Estados Unidos.
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