Empieza otra liga, rezamos a San Flick e invocamos al prodigio Yamal, soñamos con vivir milagros que, si ocurren, nos harán olvidar todos los males.
Aunque sabemos que los árboles no nos deben impedir ver el bosque, cuando se trata de deporte nos dejamos llevar por las emociones y perdemos la razón. Ningún problema cuando resultados y gestión van de la mano, pero mucho cuidado cuando en el campo sale cara, pero en los despachos sale cruz.
En el año 2008 y mientras los resultados no acompañaban, Laporta nos decía: “al loro, que no estamos tan mal”, y no, no estábamos tan mal. Un buen ciclo y una buena gestión también pueden tener momentos de resultados no tan buenos. En aquel momento (aunque estábamos en semifinales de la Champions), en el campo salía más cruz que cara, pero en los despachos había un equipo de nivel y no hizo falta tocar muchas teclas para recuperar el éxito.
Entonces, un Laporta asesorado por Cruyff cerraba la etapa de Rijkaard y Ronaldinho; habiendo consolidado un equipo, devuelto la ilusión al socio y vivido el clímax deportivo con la Champions de París. Además, el proyecto contaba con una planificación deportiva liderada por Txiki, con Ferran Soriano como vicepresidente económico, Puyol de capitán y Messi, Xavi e Iniesta maduros para liderar el juego. Añadiendo a Pep a la ecuación, completamos la conjunción que nos llevó a disfrutar del mejor equipo de fútbol de la historia.
En el año 2015 los resultados no acompañaban a Bartomeu y su liderazgo estaba cuestionado. En enero convocó unas elecciones que estaba destinado a perder, pero la alineación estelar de uno de los mejores tridentes que hemos visto, la MSN, hizo que en el campo saliera cara. El gol embaucó al socio y Bartomeu ganó las elecciones. El resultado en los despachos lo conocemos de sobra y lo seguimos arrastrando hasta hoy.
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En el año 2021 el carisma de Laporta, la promesa de retener a Messi y una pancarta al lado del Bernabéu llevaron al socio del Barça a votar sin preguntarse si Laporta tenía proyecto. Los árboles de la ilusión no dejaron ver las lagunas del bosque, la emoción volvió a ganar a la razón.
Tres años después de las elecciones, el Barça no tiene un rumbo transparente. Desde que Mateu Alemany se fue, la planificación deportiva tampoco es clara, vivimos a golpe de improvisación, el corto plazo limita la capacidad de trabajar a largo plazo y las urgencias nos llevan a dejar en segundo plano lo que nos ha hecho ser más que un club, como el trato y la salida que han vivido diferentes leyendas.
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Debemos aprender a mirar el bosque y al loro, que el gol no nos embauque.
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