El pasado domingo, Mateo, de 11 años, se fue muy pronto con sus amigos a jugar al fútbol al polideportivo Ángel Tardío de Mocejón (Toledo). Como todos los días del verano. La cuadrilla de su edad se iba siempre a primera hora, madrugando como si fueran al cole. “Se iban antes porque no hacía todavía mucho calor. Si fuera más tarde no les dejábamos ir”, señala una madre del pueblo cuyo hijo era amigo de Mateo, asesinado a puñaladas presuntamente por F.P., otro vecino, de 20 años y con problemas mentales, según los vecinos.
Se juntaban a veces ocho chavales, otras veces diez. “Echaban un cinco para cinco a veces; si hubiera sido el sábado mi chico igual hubiera estado ahí”, dice la madre perdiendo la mirada, pensando en lo que podría haber sido. “La familia de Mateo debe estar destrozada”. Son las 18.30 de la tarde del lunes y decenas de vecinos del pueblo se han acercado hasta la calle Dalí del municipio, en las afueras, pegada al cementerio, donde el presunto asesino vivía con su padre y su hermano. A primera hora de la tarde, agentes de la Guardia Civil se llevaban al agresor a la comandancia para interrogarlo.
“Son una familia que tiene muchos problemas de siempre. No están bien. El padre y los dos hijos. Al que han detenido tiene esquizofrenia, dicen”, se comentaba entre los vecinos de la familia, a cuya casa desde ayer sometía la Guardia Civil a una intensa vigilancia para saber si el agresor volvía tras lo ocurrido.
“Vecinos del pueblo de toda la vida”
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Según los vecinos, los padres del agresor, que son del “pueblo de toda la vida”, se divorciaron hace ya más de diez años, y los dos hijos solían vivir con su madre en la capital, pero ahora estaban en el pueblo. Eran conocidos por todos por “no estar bien del todo”, aunque no había ocurrido ningún percance con el resto de vecinos. El padre trabajaba en lo que le salía, y no tenía mucha vida social en el municipio, que tiene alrededor de 5.000 habitantes y que ayer vivió su día más luctuoso.
La noticia corrió como la pólvora desde las diez de la mañana, cuando ocurrieron los hechos. Habían matado a cuchilladas en el polideportivo a Mateo, el chaval de 11 años de ‘los Pérez’, muy conocidos en Macejón porque son una familia muy amplia. De la incredulidad se pasó a la rabia, y de ahí a la pena. Y luego llegó el silencio. “Excepto con la concentración, que salimos todos, no se oía a nadie en la calle, a ningún niño ni nada cuando es lo normal. Ayer no salió nadie; era asombroso”, recuerda María de los Ángeles, que se acercó a la plaza del Ayuntamiento este mediodía pensando que iba a haber otro minuto de silencio como ayer.
Solo el tañir de las campanas de las doce de mediodía rompía la quietud en la que había quedado envuelto el pueblo, con vecinos repartidos alrededor de la plaza del Ayuntamiento, en pequeños grupos, hablando bajito, casi en susurros. “Es que es algo que no tiene calificativo”, añadía María, que destacaba que la familia es muy querida en el pueblo, porque son gente “muy maja”. Una de los familiares de Los Pérez regentan una panadería muy cerca del centro de la localidad.
Ahora en verano el pueblo mantiene la población, porque aunque muchos vecinos se van de vacaciones, otros vienen a pasar una temporada en verano. El Ayuntamiento lucía un lazo negro en señal de luto y varios establecimientos recordaban a Mateo con carteles en sus escaparates. Eran todo hoy en Macejón semblantes serios, tristes, incrédulos. “Es que es de locos, yo a mi hijo siempre le digo que deje el móvil y se vaya a jugar a la calle, pero ¿qué le digo ahora?”, se preguntaba otra vecina antes de conocerse la detención.
El miedo se apoderó durante horas de muchas familias, ya que el asesino andaba suelto. Según el testimonio recabado por los testigos presenciales, el presunto agresor, que se tapó el rostro con un pañuelo y portaba un arma blanca, se había acercado a un grupo de chavales de 14 y 15 años, pero luego habría ido a por los más pequeños. Mateo estaba jugando con otros dos amigos.
[–>Once puñaladas
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Entre los vecinos de Mocejón se comentaba hoy que P.R., el agresor, iba buscando en verdad a un amigo de Mateo con el que habría tenido un choque anterior, pero al no conseguir cogerle, porque huyó corriendo, agarró a su amigo. Le asestó 11 puñaladas. Los facultativos que llegaron a atenderle no pudieron hacer nada por salvarle la vida.
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El asesino escapó, aparentemente, por el mismo lugar que había entrado, uno de los tres agujeros del vallado del polideprtivo. De acuerdo a los testigos presenciales, tenía varios tatuajes y el pelo rubio rapado. La Guardia Civil activó una operación jaula en la que participaron decenas de agentes por tierra y aire (con un helicóptero). La sospecha clara era que se trataba de alguien del pueblo o de la zona, ya que solo la gente de aquí sabe cómo sortear el vallado de la instalación deportiva.
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