La Garganta es un pequeño pueblo del norte de la provincia de Cáceres de apenas 400 habitantes que, como muchos otros municipios, sufre las graves consecuencias de la despoblación. El colegio se vio obligado a cerrar sus puertas en 2008 por falta de niños y, desde entonces, se ha convertido en un lugar habitual para que los jóvenes cometan actos vandálicos, estén a deshoras, celebren macrobotellones, atenten contra las viviendas de los vecinos o, incluso, celebren un bautizo con un dj.
Según cuenta Luis Pedro Castellano, un hombre que reside en una casa contigua al centro durante los meses de vacaciones, “la situación ya se ha visto insostenible ante la inoperancia del ayuntamiento”. Este recinto tiene sus puertas abiertas durante los 365 días del año y los jóvenes del pueblo lo aprovechan para divertirse “a costa de los demás”.
“Llevamos muchos años sufriendo problemas de ruidos y agresiones contra nuestra propiedad. Hemos intentado denunciarlo ante la Guardia Civil, pero cuando llamamos nos dicen que solo hay una patrulla para todos estos pueblos. La Garganta está en un entorno de montaña de difícil acceso y no pueden venir siempre que les necesitamos. Un día sí que acudieron, pero los jóvenes se escaparon y ha servido para que aumenten los ataques y se burlen aún más de la situación”, dice Castellano.
“La solución es muy sencilla. Solo necesitamos que se regule la entrada a este recinto. Que se pueda acceder, por ejemplo, de lunes a viernes durante el día. Que nadie pueda ir por la noche para no perturbar a los vecinos. Por otro lado, habría que reparar el vallado que lo separa de la calle. No serviría de nada que lo cerraran si pudieran seguir entrando sin problema”, propone el afectado.
“Hemos hecho escritos, presentado denuncias y hablado con el alcalde, pero es que no hemos logrado nada después de muchos años luchando. Hemos intentado razonar con los padres de los jóvenes, pero muchos pasan de nosotros e incluso nos insultan. Nos han dejado claro que no van a dejar de hacerlo. Es horrible levantarnos por la mañana y encontrarnos el suelo lleno de adoquines y que han atentado contra nuestra casa. Hoy hemos tenido que dar parte al seguro porque nos han roto una teja y el cristal de una ventana”, explica. “Por la noche ya intentamos contenernos, pero nos pasamos el rato escuchando como nos tiran piedras”, reseña.
Para colmo, incluso llegaron a celebrar un bautizo en el patio del colegio con un dj e iluminación como si fuese una fiesta en un recinto que no está insonorizado ni acondicionado.
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El grupo de vecinos que reside cerca del colegio ya busca soluciones desesperadas a una situación que se ha descontrolado con el paso del tiempo tras la “dejadez” del ayuntamiento y las complicaciones para las autoridades.
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