Ser mujer trans es una carrera de obstáculos emocional. Esta afirmación puede resultar insuficiente cuando se charla a fondo con tres mujeres que han pasado por el trance de cambiar, de transitar. Desde la mirada acusadora de la gente al rechazo familiar, pasando por las consecuencias de tomar hormonas, las dificultades laborales y el reto de vivir historias de amor. En el Día Internacional contra la LGTBIfobia, sus tres voces son aldabonazos contra el tabú y que constatan que los problemas psicológicos y los intentos de suicidio son mucho más frecuentes que que en la población general.
Hormonas: la noria emocional
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“No es un problema de salud mental, es un problema de duelo, es un proceso de vida, y depende de qué escollos tengas durante la transición. Eso sí, estamos en una noria emocional todo el día”, afirma Adele, de 57 años, que transitó hace tan solo dos años. “Además, si estás tomando hormonas, se generan respuestas emocionales negativas”, añade. Victòria, contable, de 47, ha dejado de hormonarse y explica: “Cuando nos hormonamos somos como adolescentes, como mi hija adolescente con las reacciones emocionales automáticas”. Rebeca, de 32, prostituta, lleva cuatro años de hormonas. “Ya no lo noto, porque es la normalidad. Sí que tienes bajones a veces o síntomas que podrían parecer premenstruales por el bajón de estrógeno, como de la testosterona, que está más invisibilizados”. Adele halla diferencia entre hormona a solas y el bloqueador de testosterona, y entonces sí nota un cambio emocional “brutal”. Algunos de estos bloqueadores, revelan, son muy potentes a nivel emocional.
La mirada propia
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Otro problema es la disforia. “Yo me miro en el espejo y no me gusto, veo algo que no es mío, que no me pertenece, y el bloqueador te la reduce”, revela Adele. Rebeca recuerda que en el servei Trànsit de Barcelona están muy al día de este tipo de sustancias y de sus efectos. No solo esto, sino con una mirada biopsicosocial que aleja a estas mujeres de la mirada psiquiátrica, no tan lejana.
La mirada de los demás
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Para Victòria, el principal reto para la salud mental es la visión social. “Una mujer mayor del casal me decía ‘esto tuyo no lo entiendo’ y yo le contestaba ‘yo tampoco, pero es así, qué se le va a hacer’… Y esto con personas que van de buena fe”, explica Victòria.
A Adele en una reunión en la que explicó su tránsito, recibió esta respuesta: “Respeto lo que estás haciendo, no estoy de acuerdo y no te voy a llamar Adele“. Esto la hundió. “Por no hablar de los insultos por la calle, asalto sexual… hay un rollo de ser juguete sexual, de ser un fetiche por parte de los hombres y algunas mujeres, por el morbo básicamente, también insultos. El mismo que te intenta entrar, después cuando le rechazas te llama ‘travela’ de mierda o maricón”, recuerda Rebeca. “La moda ahora es odiarnos“, añade.
El mismo que te intenta entrar, cuando le rechazas te llama ‘travela’ de mierda. La moda ahora es odiarnos
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Adele relata miradas, comentarios estúpidos, miradas como si fueras un bicho raro… “Te dicen ‘qué haces con esta ropa’ y te sientes presionada”. Las redes sociales multiplican la vulnerabilidad. Adele tenía intención de presentar denuncia a la policía por una serie de comentarios transfóbicos a una publicación suya en Instagram. A Victòria, un niño le dijo un día: “Tú sabes que nunca vas a ser una mujer de verdad, ¿no?”. “Esto es demoledor”, relata. “Y los curiosidades de la gente pueden ser muy chungas”, advierte.
Tener o no tener ‘cis passing’
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Rebeca explica que tiene más ‘passing’ que Adele y Victòria. ‘Passing’ es sencillamente parecer más “mujer cis blanquita y mona” según los cánones oficiales. No tener ‘passing’ añade dificultades a las mujeres como Adele y Victòria, que explica: “En esta sociedad, para estar encajada tienes que ser monógama, tener pareja y ser productiva; ser mujer trans a mi edad hace que la parte del amor sea más complicada porque tenemos poco ‘cis passing’; no hay un colectivo de hombres que se declaren heterosexuales y que salgan con mujeres trans”.
“En secreto, muchísimos”, apunta Rebeca. Sus dos compañeras asienten. Los hombres se sienten con derecho a acceder al sexo con ellas. A Adele le ha pasado: “Me contacta uno que me pregunta si soy trans, me dice que le ponen mucho y le digo que tengo pareja y soy lesbiana. Me contesta: ‘bueno, hacemos un trío’; y le digo: te estás equivocando”.
Ser mujer trans a mi edad hace que la parte del amor sea más complicada porque tenemos poco ‘cis passing’
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Mantener la pareja, lograr amor sincero
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Adele admite que con su pareja está “en el precipicio, con una crisis tremenda”, porque llevan juntos 24 años. “Mi pareja entendía en su cabeza lo que significaba el tránsito, lo entendía, lo respetaba e intelectualmente estaba a favor; ahora bien, cuando el tío que tenía en casa empezó a ponerse faldas, a pintarse los labios y salir a la calle a su lado y ver que le miran de una determinada manera…eso tensiona la relación hasta niveles bastante complicados”, recuerda Victòria. “Nuestra lucha no es que se me acepte como trans, sino qué me pongo, y llegué a un acuerdo con ella; no me pondré una falda para ir al centro de Alella, iré disimulada”, relata Adele.
Depresión y suicidio
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Antes de transitar, Rebeca pasó por una depresión, desde los 18 a los 23. “Sin ganas de vivir, con el piloto automático, con muchísima vergüenza de quién era, con miedo a expresarme y miedo a que se supieran cosas”, desgrana. Una depresión que se comió ella sola. Y que incluyó ideas sobre el suicidio. “Hay mayor ideación suicida pero no lo llevamos en el ADN, es todo externo”, describe. Llegó a pensar que ella “no era de verdad”.
Mi yo masculino había llegado a su fin, o me moría o me transformaba
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Adele no quería matarse, sino matar a su yo masculino. “Quería matar al personaje creado por todo un montaje de vida familiar”, relata con firmeza. “Tenía claro que mi yo masculino había llegado a su fin, o me moría o me transformaba, no me soportaba ya”, confiesa relatando un intento de suicidio todavía sin saber que era trans. “Tenía un vacío tan enorme que no sabía qué me pasaba, tenía ilusión de morirme, de matar a mi yo masculino”, explica. Hubo tres intentos, el último dejándose llevar en sus consumos. Hay más suicidios, explica Rebeca, porque se lleva todo por dentro. Hasta que se logra hacer el tránsito.
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Hasta que se dio cuenta de que era una mujer. “Estaba en el sofá haciendo meditaciones con un vestido blanco y me vi de mujer y me puse a llorar y en ese momento me di cuenta: es esto; y me puse a llorar. Y pensé: ¿Y ahora qué hago?”. Ahí empezó otra historia.